"EL BOSQUE DE GRIMM" eleva la representación a fiesta
La Maquiné presenta su particular homenaje a los cuentos de hadas, una cascada de imágenes que se cuela en la retina del pequeño gran espectador.
Por José Luis Gärtner.
El “Festival Internacional de teatro con títeres, objetos y visual” de Granada arranca con el personalísimo homenaje a los cuentos de hadas de La Maquiné. Se trata de un espectáculo espléndido que proporciona la oportunidad de volver a mirar con ojos de niño; una cascada de imágenes que se cuela en la retina del pequeño gran espectador para sugerir otros tantos caminos a recorrer.
Momento de la representación de
"El bosque de Grimm".
"El bosque de Grimm".
Sin ser muy amigo de la producción de los hermanos Grimm, he de reconocer que todos aquellos cuentos populares que fueron transcritos –o algo más que eso- tanto por los germanos hermanos como por Perrault y Andersen, forman ya parte del imaginario colectivo occidental.
A día de hoy, pocos saben hasta qué punto un cuento como el de Caperucita Roja pertenece a la mitología popular, a Perrault, o a los hermanos Grimm.
Pero eso es lo de menos. Lo importante es que todavía hay niños cuya imaginación echa a caminar por senderos ignotos cuando escuchan o leen esos cuentos de toda la vida.
De no ser por eso, el espléndido espectáculo de La Maquiné no tendría ningún sentido, porque El bosque de los Grimm no es un cuento vertido a imágenes, sino una cascada de imágenes que se cuela en la retina del pequeño gran espectador para sugerir otros tantos caminos a recorrer.
Como otras veces, La Maquiné ha huido de los artificios técnicos –tan asequibles a día de hoy- y se ha dejado llevar por el encanto de los objetos de fabricación propia, las marionetas artesanales y el hechizo del teatro negro, para volver a rizar el rizo contando sin contar este cuento sin palabras.
Hacer del truco un arte no es tan fácil como uno podría llegar a creer. Se puede engañar a la crítica –al fin y al cabo el crítico es alguien que se dedica a opinar de lo que cree entender- pero nadie puede engañar al público más exigente del mundo.
Los niños no pueden fundamentar una crítica ni interpretar el sentido de una función de marionetas; a los niños les importa un rábano la exégesis de una obra de teatro, pero sus risas, sus exclamaciones de asombro, o tal vez sus bostezos de aburrimiento, nunca mienten.
No hace falta esperar al aplauso para saber qué piensa el respetable. No es necesario preguntar al presunto experto, porque el experto ya ha hablado.
El ooooh con que el público envuelve las notas de piano de Ravel (Ma Mère l’Oye) es parte inseparable de la representación, y la representación se eleva a fiesta cuando una simple bolsa de plástico se transforma en el vientre del lobo feroz del que siempre renacerá la inocencia.
Miércoles, 30 de Mayo 2012
A día de hoy, pocos saben hasta qué punto un cuento como el de Caperucita Roja pertenece a la mitología popular, a Perrault, o a los hermanos Grimm.
Pero eso es lo de menos. Lo importante es que todavía hay niños cuya imaginación echa a caminar por senderos ignotos cuando escuchan o leen esos cuentos de toda la vida.
De no ser por eso, el espléndido espectáculo de La Maquiné no tendría ningún sentido, porque El bosque de los Grimm no es un cuento vertido a imágenes, sino una cascada de imágenes que se cuela en la retina del pequeño gran espectador para sugerir otros tantos caminos a recorrer.
Como otras veces, La Maquiné ha huido de los artificios técnicos –tan asequibles a día de hoy- y se ha dejado llevar por el encanto de los objetos de fabricación propia, las marionetas artesanales y el hechizo del teatro negro, para volver a rizar el rizo contando sin contar este cuento sin palabras.
Hacer del truco un arte no es tan fácil como uno podría llegar a creer. Se puede engañar a la crítica –al fin y al cabo el crítico es alguien que se dedica a opinar de lo que cree entender- pero nadie puede engañar al público más exigente del mundo.
Los niños no pueden fundamentar una crítica ni interpretar el sentido de una función de marionetas; a los niños les importa un rábano la exégesis de una obra de teatro, pero sus risas, sus exclamaciones de asombro, o tal vez sus bostezos de aburrimiento, nunca mienten.
No hace falta esperar al aplauso para saber qué piensa el respetable. No es necesario preguntar al presunto experto, porque el experto ya ha hablado.
El ooooh con que el público envuelve las notas de piano de Ravel (Ma Mère l’Oye) es parte inseparable de la representación, y la representación se eleva a fiesta cuando una simple bolsa de plástico se transforma en el vientre del lobo feroz del que siempre renacerá la inocencia.
Miércoles, 30 de Mayo 2012
José Luis Gärtner
dramaturgo, novelista y crítico de teatro.
dramaturgo, novelista y crítico de teatro.
Referencia:
obra: "El bosque de Grimm" Cia. La Maquiné
Lugar: Teatro Alhambra de Granada
Fecha: 26 de mayo de 2012